La apertura en julio del año 2006 de una planta avícola de 15.000 metros cuadrados en Mélida, destinada al sacrificio, despiece y procesamiento de pollos procedentes de Navarra, Comunidad Autónoma Vasca, Aragón y Rioja, fue una noticia acogida con la natural alegría en una zona como la del valle del Aragón, que ha sufrido una recesión demográfica y un continuado proceso de envejecimiento de la población en las últimas décadas.
El grupo AN, denominación que sustituía a la anterior de Pollos Iriarte, realizó una inversión de 25 millones de euros y anunció la creación de empleo para más de 350 personas en una primera fase, cantidad que probablemente se incrementaría después junto con el volumen de trabajo. Durante seis meses acudieron a la planta de Orkoien de Pollos Iriarte muchos futuros trabajadores de la zona para completar un intenso período de aprendizaje.
Transcurridos dos años, hay que hablar de un balance discreto. Las duras condiciones de trabajo fueron echando para atrás a buena parte de los que comenzaron. Los controles de calidad fallaron hasta el punto de perder a Eroski, principal cliente de la empresa, tras repetidas devoluciones de género. También se produjeron en alguna ocasión vertidos contaminantes, que ocasionaron la paralización de alguna subvención por parte del Gobierno de Navarra. Posteriormente parece ser que se han solucionado buena parte de estos problemas.
El establecimiento de esta empresa ha generado ingresos importantes para el ayuntamiento de Mélida, por la vía de los impuestos. Sin embargo, de ninguna manera se ha producido una revitalización social paralela en la localidad ni beneficio para los servicios. El sistema de jornada continua de la plantilla impide cualquier efecto para la hostelería. No está previsto ningún plan de construcción de VPO ni sistemas de alquileres con apoyo institucional para retener a parte del flujo diario de trabajadores, en su mayoría inmigrantes magrebíes y latinos, transportados en autobuses desde Pamplona y desde Tudela.
Los mayores claroscuros están en el ámbito laboral. Los trabajadores contratados directamente por la empresa son minoría, y entre estos el grado de satisfacción, desigual. Los ritmos de producción son muy altos y durante bastante tiempo la llamada flexibilidad al alza ha sido utilizada de forma abusiva por la empresa hasta el punto de que el tiempo perdido por las averías era a cuenta de los trabajadores y los horarios de salida han sido con frecuencia más que relativos. No existe convenio de empresa ni están sujetos al general de la alimentación en Navarra sino al estatal de Mataderos de Aves y Conejos, con lo que se busca el terreno más alejado de todos, que posibilita un cúmulo de arbitrariedades, desaparecido el sistema regulador con el que funcionaba la anterior empresa de Pollos Iriarte. Los contratos son generalmente de los llamados “de obra y servicios” que terminan a menudo en demandas por despido improcedente, una vez producida de forma unilateral la rescisión.
Con todo, hay que recordar que la empresa supone el medio de vida para bastante gente de Mélida, Carcastillo, Rada, Santacara y otras localidades de la zona, y son bastantes también los que califican su actual situación laboral como aceptable, en la medida en que la flexibilidad, maldita palabra en nuestros tiempos para los trabajadores, ha ido reduciéndose.
La mayor parte de los que acuden diariamente al matadero de Mélida son contratados a través de ETTs y de falsas ETTs. Incluso se conocen casos habituales de contrataciones indirectas a través de otras empresas de grupo, con lo que se elude el control del Comité de Empresa. A la empresa le beneficia el mayor desarraigo posible del personal y la desregulación campa por sus respetos. La precariedad de las economías de este tipo de trabajadores lo hace tolerable.
La historia de los siglos XIX y XX fue la de la lucha por la reducción progresiva de los excesos de la economía capitalista, la de las legislaciones que prohibían el trabajo de los niños, que limitaban las horas de trabajo y otros abusos en la explotación laboral. La de la apertura de sistemas de protección social y de la afirmación de los principios de igualdad, de justicia social y de solidaridad. Hoy, en el contexto del derribo controlado del Estado de Bienestar, la desregulación está liberando a las empresas de todo ese sistema garantista que tanto esfuerzo costó conquistar.
Praxku