Pasadas las emociones patrióticas volvamos a la cruda realidad. En Inasa de Irurtzun, la antigua Reynolds, la aplicación de la reforma laboral de PP-UPN va a traer como consecuencia una bajada de los sueldos de sus trabajadores del 50%. O sea, la mitad. Si te daban 2.000 te van a dar 1.000. Si recibías 1.500, recibirás 750. Lo tomas o lo dejas. Si no te gusta ya sabes dónde tienes la puerta. Imagino que otras empresas dirigidas por gente con la misma falta de escrúpulos estarán ya tomando nota. Aquí hay barra libre y desde el mes pasado debe de ser legal. De la vuelta a la legislación laboral del castigo de azotes y de las 50 horas semanales –o 60– todavía no hablan las noticias de la sección de Economía. Será en la siguiente reforma que ya le prepara Merkel a Rajoy y que votará perdiendo el culo Doña Yolanda. Por informaciones solo un poquito más escandalosas que esta se han montado en la red campañas de boicot contra firmas comerciales más importantes que Inasa. Pero pasada la huelga andamos un poco flojos de respuesta. El otro día leí en algún sitio que con el pretexto de la crisis se está llevando a cabo en el Estado español la mayor redistribución de renta de su historia, solo que en sentido negativo de lo que se entendía por la palabra redistribución. Ahora son las clases más desfavorecidas las que están transfiriendo su riqueza a las más favorecidas. El golpe de estado económico –y social, y pronto político– que están dando delante de nuestras narices empieza a resultar descomunal. Y no protestes, ni siquiera con tartas, porque te pueden llegar a pedir hasta diez años. Casi tanto como al que violó y mató a Nagore Laffage. A eso le llaman Justicia.
Aingeru Epaltza, en Diario de Noticias