Hubo un tiempo en el que a la violencia de género la llamábamos violencia de género. No disimulábamos, por mucho que nos avergonzara como sociedad y por mucho que nos dolieran todas las mujeres asesinadas, por mucho que hiciéramos nuestro el dolor de sus familias y de sus amistades. En ese reconocimiento de este tipo de violencia tuvieron un papel destacado los medios de comunicación. Quizá no utilizaran siempre las fuentes más adecuadas, quizá pusieran en exceso el micrófono al vecindario… pero llamaban las cosas por su nombre.
Hoy, ante el asesinato de una mujer y su hijo de diez años en Vila-real, el periódico
El Mundo no solo coloca la noticia en la sección de Sucesos, de donde pensábamos ya hacía tiempo que había salido, y así la califica; no solo utiliza el presunto tantas veces que llega a rozar el ridículo diciendo que el asesino “
supuestamente se tiró por el balcón”. El colmo es que llega a asegurar que “
estaban muy enamorados”. Es una irresponsabilidad, como mínimo, calificar de amor el sentimiento que tenía un hombre por una mujer a la que ha asesinado igual que a su hijo a cuchilladas.
No y mil veces no. Eso no es amor ni nada que se le parezca. Ya está bien de mantener mentiras y complicidades, de mantener tópicos y estereotipos mortales, de discursos misóginos. Ya está bien de que ante una violencia habitual, sostenida, constante, de la que conocemos sus causas y sabemos cómo erradicarla, se actúe de modo complaciente, de manera cómplice o no se actúe.
Nuria Varela en su blog