Nada ha sido normal en Honduras desde que el 28 de junio de 2009 se produjera el golpe de Estado contra Manuel Zelaya. Este domingo, el país vota bajo el signo de la polarización política, la lumpenización del Estado y la violencia política, social y criminal. El país vuelve a las urnas y el presidente del Tribunal Electoral pide un acto de fe.
Cuando David Matamoros, presidente del Tribunal Supremo Electoral (TSE) en Honduras, anunciaba el inicio del periodo de reflexión de cara a las elecciones de este domingo 24 de noviembre, pidió a los ciudadanos un “acto de fe”. “
Su voto será respetado y decidirá el futuro del país; vamos a votar con la fe puesta en que estas elecciones decidan nuestro futuro”. Lo cierto es que hace falta algo de fe ciega para creer en la institucionalidad de un país roto por el golpe de Estado orquestado entre las élites económicas y el Ejército (con la inestimable colaboración de Washington), las posteriores y dudosas elecciones que llevaron a Porfirio Lobo a la presidencia en enero de 2010, y la explosiva situación de violencia, militarización, desempleo y precarización de la vida en Honduras.
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Paco Gómez Nadal, en Otramérica