Tendrán que disculparme mis lectores por el título grosero de este artículo. No cumple con los estándares mínimos de respeto que se le debería exigir a cualquier texto que pretenda rebatir una opinión ajena. El motivo de tal exabrupto no es que el artículo de Cebrián resulte insultante o sea indignante, que lo es. Incluso eso sería tolerable dentro de los parámetros de la opinión. Pero Cebrián comete en su artículo un crimen aun más grave: es tramposo. Juega sucio. Y a los tramposos difícilmente se les puede tratar como merecen ser tratados los jugadores honestos. Lo que procede es expulsarlos del tablero por desvirtuar las mínimas normas que deberían regir los debates sobre asuntos públicos. (klik egin-ver más)
Xabel Vegas, en su blog