UPN en Oronoz-Mugaire y PP en Etxarri Aranatz han coincidido en los actos electorales que realizaron ayer en su denuncia del “miedo y la falta de libertad” que se sufre en el norte de Navarra. Aventurado resultaría negar que puedan subsistir tendencias coactivas en el ámbito político de la izquierda abertzale, pero para establecer las razones por las que la derecha navarra tiene extremas dificultades para conformar candidaturas municipales con vecinos residentes en la mayoría de los pueblos de esa zona hay que considerar otros elementos.
UPN se vanaglorió durante años de ser “el primer partido de la zona vascófona”, condición de la que gozaba por la fragmentación del voto abertzale y vasquista. Se le acabó ese liderazgo por el surgimiento de NaBai primero y de Bildu y Geroa Bai después, pero no en menor medida por la progresiva distensión social subsiguiente al abandono de las armas. Pero si el comportamiento electoral de muchos de esos valles, con inevitables diferencias y excepciones, se asemeja cada vez más a los de la Gipuzkoa profunda, es también por el gran error de extender la hostilidad frente al mundo violento hacia todo el entorno cultural vasco. Lo negarán mil veces, pero ejemplos sobran para probar que esa práctica, consecuencia de la irresponsable tesis de “el entorno también es ETA” se ha realizado con profusión y grotesca exageración, tanto desde los partidos como desde los gobiernos de Pamplona y Madrid. ¿Quién no recuerda el abucheo a José Luis Castejón, presidente del Parlamento, cuando intentó leer en euskera el comunicado institucional en la manifestación posterior al asesinato del leitzarra José Javier Múgica? ¿O la desaparición durante tres años consecutivos del Olentzero de la plaza de Areso, cuya autoría acabó por demostrarse que correspondía a la Guardia Civil? Actitudes que probablemente acabaron ofendiendo incluso a algunos de los suyos. Pero sin ir tan lejos, en la actualidad también son continuos los controles y cacheos policiales injustificados que sufre la juventud de toda esa zona. El escenario político les resulta sin duda adverso a UPN o al PP, es poco gratificante socialmente aparecer allí como representante de ciertos partidos, pero achacarlo a la falta de libertad resulta abusivo. Que sean un poco más autocríticos, aunque sea en privado.
Esa incomodidad política no es, además, exclusiva del norte, ni la sufre la derecha solamente. Podría hablar de pueblos del sur de Navarra en los que también hay gente que no se atreve a salir del armario y manifestar sus simpatías vasquistas, por miedo a la exclusión social o laboral.
Si hablamos de coacción, no se puede ignorar que uno de los soportes del poder ininterrumpido de esta derecha navarra férreamente conectada con las élites financieras, agrícolas, industriales y mediáticas, fue la ausencia de una ruptura democrática tras el franquismo que igualase las condiciones de juego. Eso también es el resultado de una gigantesca coacción, de la que se siguen todavía hoy beneficiando.
Los actos de Baztan y Etxarri Aranatz no son de consumo interno, ni están básicamente dirigidos a los habitantes del norte de Navarra, donde UPN y PP no aspiran en realidad a rescatar muchos votos. Se trata sobre todo de recrear una situación de tensión que echan en falta –Esparza lo ha dicho expresamente-, así como un foco de atracción de solidaridad hacia los supuestamente perseguidos que reactive a su clientela en el conjunto del territorio foral.
Praxku