En junio, ya se sabe, estudiantes y familias andan revueltos con la selectividad, que de algún modo y sin otros ritos de paso ha devenido en una prueba iniciática que concentra gran parte de los simbolismos clásicos: nervios, angustia, miedo, reconocimiento y grupo social. Hasta aquí lo normal, pero este año han pasado algunas cosas y la prensa se ha hecho eco de ellas.
Para empezar, en uno de los tribunales ha habido un inusual número de suspensos y notas bajas en la asignatura de lengua. Groso modo y sin entrar demasiado al tema no parece lógica esta concentración de malos resultados y, probablemente, responde a la utilización de criterios de corrección diferentes. Evidentemente es una situación injusta que habría que subsanar y existen suficientes mecanismos previstos para hacerlo. (klik egin-ver más)
Ana Ansa