Uno de los momentos más interesantes del reciente debate de investidura, del cual pronto tendremos la impresión que ocurrió hace una eternidad, fue el cara a cara entre Mariano Rajoy y Pablo Iglesias. Rajoy se divierte con Iglesias. Es obvio que le interesa el antagonismo con Podemos, para mantener unido y movilizado el voto conservador y para desdibujar al PSOE. Pero hay algo más. Hay una mutua curiosidad. A Rajoy le llama la atención un personaje que ha conseguido reunir cinco millones de votos como si fuese el flautista de Hamelín, y a Iglesias, como buen leninista, le interesa la anatomía del poder. Las conversaciones entre ambos en Moncloa no han sido especialmente tensas. La relación personal no es mala. (klik egin-ver más)
Enric Juliana, en La Vanguardia