Las mugas tienen una función necesaria y ambivalente. Hasta qué punto separan y hasta dónde unen y ayudan a vertebrar socialmente los territorios ya es cuestión de la psicología colectiva de cada lugar. Especialmente míticos suelen ser los puntos de confluencia de tres provincias o comunidades, por lo que la mayoría de ellos aparecen señalados con indicadores o túmulos, aunque a veces una revisión estricta de los lindes desmienta la terca creencia generalizada en torno a los límites.
Tal es el caso, por ejemplo, de Hiru Errege Mahaia, puesto que no es en su cima, sino en una cota próxima más baja, donde se reúnen Nafarroa, Huesca y el Bearne. Sí es cierto que es el punto más elevado de la actual Navarra, por lo que en ella está erigida una efigie del patrón. Mucho más antigua, de 1395, es la piedra que en el extremo norte de la Baja Navarra marca la muga de Lauhire, confín a la vez del viejo reino, de Zuberoa, del Bearne y de la antigua Gascuña. Apenas a doscientos metros de allí se conserva otra piedra que representa por un lado dos vacas, símbolo del Bearne, y por el otro las cadenas de Navarra. Otra roca, la Txapitelako Harria, nombre curiosamente adoptado por la Asociación de Navarros de Irún, indica junto a Endarlatsa el vértice de Lapurdi, Gipuzkoa y Nafarroa, y es allí donde está colocado el mojón número 1 de los 602 que jalonan el Pirineo desde el Cantábrico hasta el Pirineo. El simbolismo de Besaide, donde se unen las tres provincias oficialmente vascas, viene marcado más que por el monumento que actualmente preside el lugar por la misa y reunión que anualmente se celebra desde 1955 en memoria de los mendizales muertos en accidente de montaña. Otros puntos sin mayor valor estético, como el que en la carretera N-113 entre Cintruénigo y Valverde marca el punto de encuentro de Navarra, Aragón y la Rioja, al que también la tradición atribuye presuntas reuniones entre reyes, o el límite entre Navarra, Álava y la Rioja, junto al polígono industrial de Oion, tienen también a pesar de todo un hondo significado popular.
Tampoco los símbolos que presiden actualmente Arbarrain, donde se unen Araba, Gipuzkoa y Nafarroa, son antiguos. El buzón, que contiene un pequeño frontón en su interior y lleva adjunta una oxidada placa con un breve poema de Hartzabal, fue colocado en 1991 por iniciativa conjunta de las ikastolas Paz de Ziganda, Lizarra, Toki Eder de Gasteiz y Laskorain de Tolosa. De mayor dimensión es el nuevo buzón que vemos en la fotografía, con los tres escudos, uno en cada cara. La cumbre, de 1.116 metros, no es airosa, es una discreta loma, afeada por la antena emplazada hace unos años a muy pocos metros. Pero desde siempre ha sido un lugar emblemático, aunque no haya alcanzado el simbolismo de Besaide, para la comunidad montañera de Euskal Herria. Además, se encuentra en el corazón de la sierra de Altzania, una gran reserva de bosque autóctono, que desde Lizarrusti hasta el legendario paso de San Adrián, hace de puente entre los macizos de Aralar y Aizkorri.
Arbarrain, Arbarain, Hirumuga o Illarragorri, denominaciones todas ellas vigentes como podemos comprobar en la diversidad de los carteles orientadores en los puntos de acceso, es también el punto más meridional de Gipuzkoa, territorio en el que, al igual que ocurre en Bizkaia o Cantabria, existe en su extremo sur, una pequeña franja cuyas aguas son tributarias del Ebro y no del Cantábrico. Con esta circunstancia guarda relación la batalla por el agua que en 1990 se produjo entre los ayuntamientos de Zegama, que al parecer había construido una artesanal presa que alteraba parcialmente el curso natural del río Altzania, y el de Altsasu, que en aquella época tenía alcalde socialista. Todas las aguas que aportan las regatas de esta parte de la sierra de Altzania quedan ahora almacenadas en el embalse de Urdalur, cuya presa está en terreno de Altsasu, población a la que abastece, a pesar de tener su mayor extensión en Gipuzkoa.
Varios son los itinerarios que conducen a la cima. Desde Otzaurte se puede subir por terreno asfaltado a Urdalur y continuar por el GR-121 a través de la pista y el hayedo. No hay tránsito de vehículos porque una gran piedra bloquea el paso, pero el camino acaba haciéndose monótono. Más entretenido es el acceso desde la parte navarra, tanto si partimos de Ziordia, la alternativa más corta, o de Olazti o Altsasu, yendo a parar siempre a Kipular y la alambrada interprovincial de Ibirigain. Pero sin duda es el camino alavés, el que nosotros seguimos el pasado 14 de diciembre, el de mayor sabor montañero. Junto al aparcamiento situado junto a la cueva de La Leze, entre Egino e Ilarduia, un indicador de madera inicia con unas señales blancas y de color pistacho, una ruta que con el apoyo de una barandilla formada por una cadena de acero nos sitúa encima de la roca en la que está asentada la cueva. La senda, muy marcada, continúa por debajo de un gran tubo de piedra para la conducción del agua, hasta el estratégico paso de Koloxka y sube a la cima de Olano (1.083 m), desde donde tenemos una espléndida vista tanto sobre la Llanada alavesa como sobre los montes de Aizkorri. Continuando con rumbo Este podemos optar entre subir o bordear la loma llamada Olano Txiki y llegamos finalmente a una campa a partir de la cual una amplia pista nos conduce en poco tiempo hasta la antena de telecomunicaciones, junto a la cual encontramos un paso que con la indicación de “Hirumuga”, nos permite cruzar la alambrada y acceder a la cumbre. Aproximadamente, en hora y tres cuartos desde La Leze.