El desconcierto de la derecha española se ha convertido en esperpento en la tarde de este domingo de Carnaval. Ana Beltrán, vicesecretaria de Organización, anunció ayer que Alfonso Alonso, que para nada pensaba dejar de ser candidato a lehendakari a pesar de habérsele impuesto desde Génova la alianza con Ciudadanos, disponía de pocos días para decidir si continuaba querer siéndolo. Pues ni siquiera le han dado un día, porque antes de que abriese la boca le ha comunicado Pablo Casado al exalcalde de Gasteiz que no cuentan con él, y no por mutuo acuerdo como ha pretendido colar el secretario general Teodoro García Egea. Y apenas una hora después el espectáculo ha llegado al ridículo con la designación de Carlos Iturgaiz, a quien nadie, ni siquiera en su partido, toma en serio, como candidato encargado de recuperar el discurso más beligerante y áspero contra el nacionalismo en su conjunto.
Todavía queda por conocerse el resto de la composición de las listas de los tres territorios. Es poco probable que quienes han llevado el timón del PP vasco en los últimos tiempos quieran aparecer, por lo que se presume el desembarco de todo el sector aznarista del partido o bien un protagonismo estelar de personas como Rosa Díez o Maite Pagazaurtundúa, cuya presencia Alfonso Alonso había desmentido. En cualquier caso, malas perspectivas se le pueden augurar a una formación que tiene que recurrir a un político arrinconado por ellos mismos como candidato y que presenta el pacto con la formación naranja, prácticamente inexistente en la CAV, como un "pacto de futuro que más que sumar, multiplica". Olvidan que si un número se multiplica por otro que no alcanza la unidad, el producto es inferior al valor de la cifra que se pretendía multiplicar. Ese es el probable destino de todo esta grotesco espectáculo de la derecha española en Euskadi.
