Han pasado varias semanas del fallecimiento del amigo Fernando Armendáriz, “Chapas”. En un primer momento, debido a la sorpresa, me costó creerlo, pero la realidad se impuso y desgraciadamente las malas noticias suelen hacerse realidad. Entrañable compañero de taller y vestuario con el que hemos compartido y disfrutado durante más treinta años en Luzuriaga.
Hombre espontáneo siempre con sus chistes rápidos, esos que se dicen al momento, sin casi tiempo para pensarlos. Su sonrisa sincera incluso cuando renegaba. Su tendencia a agradar a los demás aceptando sus decisiones. Su psicología, esa que no se aprende en las universidades, si no en la escuela de la vida que tan sabiamente él sabía interpretar. Una persona a la que no le faltaban amigos, a la que si no la veías en unos días la echabas en falta y procurabas hacerte el encontradizo, porque con él el rato se hacía corto y agradable.
Este maldito mal se lo ha llevado sin poder, tal como nos hubiera gustado, decirle adiós. Sin poder decirle cuánto nos hizo disfrutar con su sencillez, con esa jovialidad con que se comportaba siempre. No recuerdo haberle visto presumir nunca de sus muchas cualidades, salvo del tremendo vozarrón cuando cantaba. La música fue su gran pasión, a falta de aficiones deportivas, durante muchos años era fijo durante los Sanfermines con el Oberena y desde la adolescencia hasta la jubilación en su querida Banda La Tafallesa.
Envidiable el concepto de la vida que tenía, dando importancia a aquello que de verdad la tenía e intentando no disgustarse por lo irremediable: pa cuatro potes que me echo al día con lo que tengo me basta, lo demás me sobra todo. En las discusiones se presentaba como un hombre descreído, en estos tiempos en que la falsedad y la hipocresía es lo habitual, no es un valor a despreciar por eso muchísimas veces nos veíamos obligados a concederle la razón, porque la tenía.
¡Aupa “Chapas”!, te vamos a echar mucho de menos. Por tu forma de entender la vida, por los ratos buenos que hemos compartido y por ese mutuo aprecio que nos teníamos.
Un compañero, un amigo (en La Voz de la Merindad)