Isaac Rosa en Público/kaosenlared
Hace tiempo que las aerolíneas viven una competencia feroz. Más vuelos, más baratos, más frecuencias. No sólo ellas. También compiten los aeropuertos por superar el número de operaciones por hora. Impresiona ver la cantidad de aviones que hay en el aire al mismo tiempo una mañana cualquiera en Barajas. Esa carrera por ganar mercado, ¿afecta de alguna manera a la seguridad? Porque aunque accidentes mortales hay pocos, en los últimos tiempos ha habido muchos incidentes menores que no merecen tanta atención informativa. La propia Spanair ha tenido recientemente varias averías que obligaron a volver a tierra o a desviarse de la ruta.
Los sindicatos de pilotos llevan tiempo denunciando rebajas en la seguridad: mantenimientos más breves, aviones más viejos, menos personal, más horas de trabajo, menos formación. No solemos hacerles caso, pues siempre sospechamos que tras sus denuncias hay una exigencia salarial, pero lo cierto es que las compañías aéreas aplican los mismos procedimientos que el resto de empresas: recortes de plantilla, subcontratación de tareas, fusiones que unifican servicios, y en general la búsqueda de la máxima rentabilidad.
Como viajero, siempre me sorprende la brevedad de las escalas: muchas veces, al subir al aparato, el asiento está aún caliente del viajero anterior, con el que te cruzas en la puerta de embarque. Cuanto menos tiempo pase entre el aterrizaje y el despegue, más ganancia, claro, pero ¿salen también las cuentas en seguridad? A cambio de volar barato, admitimos que nos cobren la maleta facturada, que no nos den de comer o que haya retrasos y overbooking. Si además tenemos que asumir más riesgos, queremos saberlo.
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