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lunes, 22 de septiembre de 2008

EL IDENTITARISMO POLÍTICAMENTE CORRECTO



Vuelve el PP a las andadas. La deriva xenófoba que tuvo su punto culminante en la última campaña electoral no le sirvió para volver al poder, pero no por eso dejan de alimentarla. Ahora nos recuerda Rajoy que son 180.000 los extranjeros que están cobrando el paro. Es un discurso xenófobo de fácil conexión con lo que escuchamos directamente en las tertulias de nuestros bares y de nuestras tiendas, por no hablar de las de la emisora de nuestros obispos. Poco importa que todos los estudios demuestren que la contribución neta del trabajo de la inmigración sea superior al valor de los servicios sociales que utilizan. Y lo peor no es lo que sostenga el PP, sino los efectos que esa demagogia produce en la opinión social y por ende en la misma política de inmigración del partido hoy gobernante.

Se va construyendo así la mentalidad que busca edificar un país poco menos que amurallado, insolidario y miedoso, fortín de la ideología neoliberal. Aquí , al parecer no hay ni ha habido más xenófobos que Sabino Arana, porque le preocupaban los efectos de la inmigración en el siglo XIX. No hay más identitarismos que los periféricos, porque la exigencia de Rajoy de hacer asumir a quienes vengan de fuera las leyes, la lengua y las costumbres autóctonas se considera lo más razonable del mundo. Pero ¿por qué nadie se lo demanda de la misma manera a las decenas de miles de extranjeros, comunitarios y no comunitarios, que viven en las costas de Málaga, Baleares o Alicante?

Lo cierto es que los andaluces que según denuncia Rajoy tienen que ir a trabajar en la vendimia francesa no están dispuestos a recoger tomates en El Ejido, no desde luego al precio al que se les paga a los inmigrantes. Que hay muy poca gente de aquí dispuesta a ganarse la vida limpiando retretes y cada vez menos incluso a ponernos unas cañas la noche del sábado en los bares de Tafalla.

Nadie niega la necesidad de hacer cumplir a los inmigrantes las leyes de convivencia y un cierto esfuerzo de integración. Pero alguien tiene que recordar también que una política de integración será efectiva en la medida en la que se vean implicadas ambas partes: los inmigrantes y también los autóctonos, a los que desde una actitud mínimamente progresista, se debe intentar educar en el rechazo de actitudes excluyentes y en la conveniencia de la mejora de las condiciones de vida de los inmigrantes. Porque es un reto inaplazable para la recreación de la cohesión social en nuestros días.

Praxku

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