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viernes, 7 de agosto de 2009

EL PARAGUAS

A veces, la lucha contra ETA se convierte en un paraguas para cobijar todo tipo de desaciertos, incluso despropósitos de dudoso encaje democrático. Bajo el paraguas, se persiguen actividades sociales o culturales o ciudadanos -ahí está la denuncia del vecino de Arbizu Alain Berastegi, quien dice haber estado siete horas secuestrado por personas que vincula a las Fuerzas de Seguridad y el silencio es la respuesta oficial-, o se amparan penosas e interesadas acusaciones entre partidos. El paraguas sirve para lanzar declaraciones de laboratorio con las que abrir polémicas que encubran errores o desvíen la atención social. Así, Rubalcaba negando ahora toda vía de legalización a la izquierda abertzale oficial y descartando el diálogo para un final definitivo del terrorismo intenta evitar asumir responsabilidades por su gestión como ministro de Interior en el ámbito antiterrorista, que ha pasado de aquel optimismo de hace tres años a una dureza declarativa de diseño que roza la contradicción y el absurdo, como si el Rubalcaba de unos y otros mensajes, de unas y otras decisiones, fueran dos personas diferentes que ni siquiera han llegado a conocerse. Un paraguas que incluso permite a la Guardia Civil obligar a un equipo de periodistas de TVE a borrar las imágenes de una pantomima de protesta de un grupo de jóvenes contra el Ayuntamiento de Barañáin. Y de nuevo silencio, como si no se estuviera vulnerando el derecho democrático de los ciudadanos a una información veraz y objetiva. Un paraguas que deteriora la calidad de la democracia. Una cosa es la coherencia y la cohesión contra el terrorismo y otra el uso interesado del paraguas.
Editorial del Diario de Noticias

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