
En este caso, a diferencia de lo que suele ser habitual en las fosas, los restos humanos no tenían señales de bala. Porque en Valdenoceda los asesinos no los balearon, sino que simplemente los dejaron morir de hambre y de frío.
Según declaró en su día Ernesto Sempere, uno de los pocos supervivientes de Valdenoceda, fallecido en 2007, sus mejores sueños eran siempre con pan. ¿Cuánta hambre puede tener una persona para que sus sueños consistan en un simple trozo de pan?, se preguntaba en sus memorias.
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