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lunes, 22 de marzo de 2010

SERÁ PECADO, PERO SOBRE TODO ES UN DELITO

Ante el rosario de denuncias de pederastia contra miembros del clero, el Papa proclamó ayer: “Tenemos que aprender a ser intransigentes con el pecado e indulgentes con las personas”. Y descansó. Lo cual demuestra que la máxima autoridad de la Iglesia católica no ha entendido nada o no quiere entenderlo. El Vaticano sigue practicando su fructífera costumbre de dar prioridad a la fe sobre la legalidad vigente.
La pederastia no es sólo un pecado que se pueda purgar con tres avemarías o con el destierro del pecador. El abuso de menores es un delito, precisamente uno de los más deleznables, castigado con penas de cárcel en cualquier Estado democrático. Cuando el Papa sentencia que “no hay que juzgar y condenar al prójimo”, en referencia a los abusos sexuales denunciados, lo que hace con escaso disimulo es fomentar el encubrimiento y la complicidad. Por si el propio Ratzinger no fuera suficientemente reaccionario, tiene ahora muy cerca al cardenal Antonio Cañizares, digno heredero de la Inquisición, a quien le parece mucho más grave abortar que abusar de los niños.
En Irlanda, Alemania o Estados Unidos se ha tardado décadas en conocer las tropelías de algunos monseñores. En España, el oscurantismo ha sido aún mayor, propiciado por los 40 años de hermandad entre el franquismo y la Iglesia católica, siempre más indulgente con los poderosos que con las víctimas. Jesús Maraña (Público)



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