En Bariloche, "la Suiza argentina", uno de los principales destinos turísticos del país, la ciudad armada para el goce de visitantes tiene un gran patio trasero: el Alto. Allí la exclusión es el pan de cada día y la nieve es sinónimo del frío que invade viviendas calentadas con braseros. La Bariloche de postal reivindica la ascendencia alemana de los primeros colonos y procura ocultar el origen mapuche. Allí donde los criminales de guerra nazis eran considerados como "buen vecino" por los "buenos vecinos", los jóvenes del Alto no llegan al centro porque la policía se encarga de mandarlos nuevamente a donde "pertenecen". Sólo pueden entrar quienes bajan para servir en hoteles y restaurantes.
El 17 de junio Diego Bonnefoi, de 15 años, desarmado, murió por una bala policial que le entró por la nunca. El cabo Sergio Colombil disparó sobre el sospechoso al que perseguía. El Alto estalló en protestas y más plomo cayó sobre quienes reaccionaron con piedras en las manos. Murieron Nicolás Carrasco de 17 años y Fabián Cárdenas, de 29. No se conoce la identidad de sus verdugos, pero las balas salían siempre del mismo lado. La exclusión bajó al centro y buscó desahogarse apedreando, incendiando comisarías, saqueando negocios. El Alto fue tomado por los grupos antimotines de la policía de Río Negro, y los vecinos se transformaron en blancos móviles. Durante días no pudieron salir de casa. La represión dejó además de 3 muertos y 22 heridos, amenazas a las organizaciones sociales que alzaron su voz. Las protestas contra la violencia de las fuerzas de seguridad fueron respondidas por los "buenos vecinos" que marcharon en apoyo a la policía. La ficción de ciudad feliz se interrumpió por unos días. La prensa hablará otra vez de la nieve acumulada en los cerros y en Alto la olla seguirá acumulando presión. Diagonal
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