El de quedarse corto o el de pasarse son los riesgos alternativos que se corren cuando se quiere calificar con un adjetivo preciso el comunicado del colectivo de presos que se conoce por las siglas EPPK y que aún se mantiene bajo la disciplina de ETA. Limitémonos, pues, a decir con toda prudencia que nos hallamos ante un paso importante en el camino que las diversas organizaciones del MLNV están recorriendo en su tránsito de una estrategia político-militar a otra en exclusiva política. Algunos, sin duda más atrevidos, pero no por ello equivocados, se han arriesgado a calificarlo de decisivo.
La importancia del paso consiste, más que en las palabras con que se motiva, en el sujeto que lo da. A nadie se le oculta, en efecto, el destacado lugar simbólico que desde siempre ha ocupado el colectivo de presos en el conjunto de las organizaciones que integran la izquierda abertzale. Conscientes de esa relevancia, los firmantes del Acuerdo de Gernika buscaron, desde el mismo día en que lo firmaron, su adhesión expresa. Sabían que, con el apoyo de los presos, el acuerdo sería mucho más eficaz en sus demandas a ETA que si solo estuviera sustentado por las organizaciones que lo habían redactado. El visto bueno de aquellos era como el aval que el pacto precisaba para alcanzar su plena efectividad. De hecho, en su escrito de adhesión, el colectivo agradece a los redactores del acuerdo el reconocimiento que en él hacen del papel que a los presos corresponde en la conducción del «proceso democrático». (klik egin-ver más)
José Luis Zubizarreta, en El Diario Vasco
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