A los riesgos del funcionamiento normal de una central hay que añadir los más peligrosos, los imprevistos de carácter mecánico y humano. Los costes económicos, sociales y medioambientales de las catástrofes de Chernóbil y Fukushima, todavía incalculables. Han causado la muerte de miles de personas (no sólo las muertes directas de los liquidadores), la evacuación de centenares de miles de personas, áreas de exclusión inhabitadas que tendrán que permanecer así durante tiempo indefinido. Ciudades y pueblos enteros evacuados y abandonados. Una cuarta parte de Bielorrusia es inservible para el cultivo y varios millones de personas recibieron dosis significativas de radiación en toda Europa hasta el norte de Francia. Esto mismo está pasando, ahora mismo, en Japón con el accidente de Fukushima. Recordemos que Garoña es una central con las mismas características y diseño que Fukushima.
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