Barcina tiene un plan. Lo desveló Miranda el otro día: convertir esta provincia en la versión pacharanera del paraíso fiscal a donde los ricos del mundo acudirán en tropel a invertir su dinero y sacarnos de la crisis. Los indígenas entonaremos el "sí buana" mientras nuestra educación y nuestra cultura, nuestra sanidad y nuestros servicios sociales se hunden a niveles también caribeños. La reforma fiscal más retrógrada del Estado se va a aprobar con los votos del PSN. Con el dinero que van a esquilmar a las rentas medias y bajas de la Comunidad podrán así tapar algo del descomunal agujero del circuito de Los Arcos que, por cierto, apoyaron también en su día los socialistas navarros. Los datos que volvieron a dar el otro día en la comisión parlamentaria producen simplemente sonrojo. El Gobierno de Navarra lleva enterrados en esta genialidad de Sanz respaldada por Barcina 60 millones de euros públicos en su construcción más 7 millones adicionales de pérdidas desde que entró en funcionamiento. ¿Quién ha ganado con todo esto? Aparte de la hostelería riojana, una empresa unipersonal, Construcciones Samaniego, S.L., que gastó 1,6 millones en el proyecto inicial, privado, y al que el Gobierno de Navarra pagó 33,5 millones a cuenta de la construcción cuando el invento se publicó. Lo de la multiplicación de los panes y los peces, una chorrada. El negocio del siglo no se ha hecho en la bolsa de Londres, sino un poco más allá de Villamayor. Sorprendentemente, todavía no ha actuado de oficio ningún juez o la propia Fiscalía. Que se sepa, nadie está investigando ni desviaciones presupuestarias, ni cuentas bancarias, ni conexiones económicas. Aquí la Justicia sólo enseña pecho para casos de desahucio o por llevar camisetas de Segi. ¿Despilfarro? Por supuesto. ¿Mala gestión? A la vista está. ¿Sólo eso? ¡Anda ya!
Aingeru Epaltza, en Diario de Noticias
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