La tortura lo subvierte todo: el orden moral y
político; las instituciones jurídicas y los derechos humanos; la mente y el
cuerpo; las relaciones interpersonales. Pone las cosas patas arriba.
Hablemos de un joven bretón
al que llamaremos Jean Marie, un universitario al que se destina a Argelia como
paracaidista durante la guerra de aquel país por su independencia (1954-1962).
En Argelia, el ejercito francés se desempeñó como una policía represora de los
insurrectos, llamados fellahgas o bandidos. Jean Marie llega a ese
escenario como un convencido defensor de los derechos humanos de los detenidos.
Hasta que se confrontan el terror de los independentistas del Frente de
Liberación Nacional (FLN) con el horror de la tortura practicada por los
compañeros de armas de Jean Marie. Es el fin de la ley y el comienzo de la
subversión. Torturar le cambia a Jean Marie. Torturar le lleva a posiciones
políticas contrarias a las que mantenía. Pongámosle por fin apellido: se trata
de Le Pen. (klik egin-ver más) |
Txema Montero (Texto de la conferencia impartida en Oiartzun en el 30 aniversario de la muerte del médico Esteban Muruetagoiena)
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