a la espera de que el PSN se
dote de una hoja de ruta coherente y sostenible, porque sin congruencia no hay
fiabilidad y por tanto votos suficientes para presidir esta Comunidad, a la
dirección del partido no le queda otra que defender que Navarra ofrece una
alternativa propia a la crisis merced a su presencia en el Gobierno. Para
empezar, porque solo ese argumento justifica -en especial para el PSOE- un
bipartito que ahora no se hubiera armado, con UPN como socio del PP en Madrid;
y, para continuar, porque cualquiera entiende que unos comicios anticipados
significarían hoy la debacle del PSN, rompiendo de nuevo su suelo electoral. Esa
certeza sobrevuela en cada sesión de Gobierno y por eso tiene Barcina la sartén
por el mango, bien entendido que, después de que en noviembre los socialistas
sumaran con Geroa Bai e I-E más votos que UPN más PP, le interesa llegar lo más
lejos posible de la mano del PSN para restarle capacidad de maniobra y
corresponsabilizarle de unos recortes que también le desgastan a ella, aunque en
mucha menor medida. Esa hegemonía regionalista en el Ejecutivo -lógica, pues
dobla en escaños a su socio- se ha manifestado con nitidez con la ampliación de
la jornada laboral de los funcionarios de la que Jiménez abjuró públicamente, la
muestra de que UPN tolera las alharacas del PSN con tal de que en la mesa de
negociación asuma sus tesis principales. El problema añadido para el PSN es que
Barcina también manda en el PP navarro, bien lo saben los derrotados
congresuales Beltrán y su mentor Cervera. La presidenta tiene un plan B y se
apellida Cospedal.
Víctor Goñi, en Diario de Noticias
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