Es difícil desde una perspectiva de izquierdas no coincidir con el
contenido del artículo “Distraer a la sociedad, socavar la democracia y eliminar a la oposición” de Txentxo
Jiménez, publicado anteayer. Efectivamente, la apuesta ideológica de Barcina
por la alianza estrecha con la derecha española le lleva a secundar y a emular
en Navarra la utilización demagógica y populista de la reducción del número de
cargos públicos, propuesta bien acogida genéricamente entre la ciudadanía, en
menoscabo de la pluralidad política y en beneficio del reforzamiento del
bipartidismo y de la ofensiva recentralizadora, buscando en definitiva dar un
nuevo recorte al estado de derecho.
Concluye Txentxo su artículo reafirmándose en la oferta de una mesa
permanente de la oposición, que el PSN ya ha rechazado expresamente hace pocos
días. Una propuesta de cuestionable coherencia puesto que cabría preguntarse,
caso de constituirse tal mesa, por qué no es viable entonces una moción de
censura como paso previo a un gobierno alternativo.
En cualquier caso me parece oportuno resaltar el cambio de opinión
observable en quien en junio de 2011, tras las elecciones forales, llamaba a
construir –prescindiendo del PSN- “un
bloque ganador donde se agrupe e identifique la mayoría social de Navarra”. Porque
en su propuesta de mesa de la oposición subyace
de alguna manera el reconocimiento de la obvia necesidad de llegar a algún tipo
de acuerdo en el momento que sea, por acción u omisión, entre los 4 espacios
electorales de la oposición, si se quiere poner fin a este modelo de gobierno,
por puro imperativo de regeneración democrática.
Mucho más atractivo que buscar en este cambio de posición eventuales
segundas intenciones, a la que tan acostumbrados nos tiene el ejercicio de la
política, me resulta celebrar la coincidencia en la obligatoriedad de la
apuesta por un cambio pluralista en Navarra. Un cambio problemático, no lo
olvidemos, puesto que la voluntad mayoritaria, al tiempo que inequívoca, es
heterogénea. Y la constatación de esa complejidad nos tiene que servir de
acicate para investigar con más ahínco las vías del cambio. Sobre todo a
quienes situados en la izquierda, en el vasquismo o en el mundo abertzale más
interesados podemos estar en la subversión del régimen de appartheid político que
sufrimos.
Ojalá ese discurso, por fin identificable con la cultura política que
Aralar ha contribuido a tejer desde su fundación, haga pedagogía por un
discurso transversal, incluyente e inter-identitario, contribuyendo a superar
frentismos y reduccionismos de todo tipo de cuya existencia tan bien sabe valerse
la derecha.
Praxku
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