El escándalo de la trama de corrupción de Urdangarín no se puede comprender si no se tiene en cuenta la nube de impunidad y adulación pegajosa que ha rodeado a la monarquía española desde la muerte del dictador. La más mínima crítica a la figura del monarca era silenciada y reprimida. Casi todos los medios, los políticos, los artistas, los intelectuales, competían por glosar la figura excelsa y providencial de Don Juan Carlos I. Miles de calles, avenidas, centros públicos y plazas son bautizados con los nombres de los monarcas y sus hijos. La constitución, sancionada que no jurada por el rey, consagraba la impunidad y la irresponsabilidad del monarca ante la ley. No tenía que dar cuentas a nadie y ante nada. (klik egin-ver más)
Paralelo 36 Andalucía
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