La cuestión no es moral, sino práctica. A pesar de su dinámica influencia en el desarrollo de las telecomunicaciones, parece ser que el exceso de pornografía nos baja la líbido en lugar de al revés. Nuestra respuesta sexual está condicionada por la presencia de un neutotransmisor llamado dopamina (el mismo que nos recompensa cuando comemos chocolate y que se dispara con el uso de opiáceos), y gracias al famoso efecto Coolidge, la dopamina se aburre con facilidad. El exceso de estímulos sexuales genera un proceso de insensibilización, en el que el circuito de recompensa de nuestro cerebro responde cada vez menos a los encantos del mundo real, donde es menos probable que dos modelos de 22 años sacrifiquen su virginidad para agradecer un cambio de neumático. Sentarse a mirar porno todos los días hace que cada vez nos haga falta mirar más porno para conseguir el mismo grado de excitación. En otras palabras, cuanto más porno, menos sexo. (klik egin-ver más)
Marta Peirano, en eldiario.es
No hay comentarios:
Publicar un comentario