El entusiasmo con el que la ejecutiva de UPN, decenas de cargos públicos y demás estómagos agradecidos recibieron el viernes la autoproclamación de Barcina como candidata para las elecciones de 2015 es más aparente que real. En el regionalismo tienen interiorizado que ni el PSOE ni el PSN van a posibilitar una nueva investidura de la presidenta, de ahí que su decisión de seguir haya elevado la inquietud ante el riesgo de verse desalojado del Gobierno. Muchos de los que le aplauden saben que Barcina representa hoy más un problema que la solución. Son conscientes de que dejó de ser un buen cartel electoral hace tiempo, de que su figura está desgastadísima y de que en su mochila arrastra la penosa gestión de la actual legislatura, su abusivo cobro de dietas de Caja Navarra y su errática estrategia de alianzas, con la que dinamitó su propio Gobierno con el PSN al recuperar la coalición electoral con el PP. En definitiva, casi todos en UPN defienden que otro candidato incrementaría las posibilidades de alcanzar acuerdos con los socialistas para gobernar, pero nadie se atreve a expresarlo en voz alta. Quedan nueve meses para las elecciones y ya se sabe que quien se mueva más de la cuenta, ve reducidas sus opciones de salir en la foto del reparto de cargos.
Javier Encinas, en Diario de Noticias
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