Dando por asumido que el gasto ya está gastado, que no se puede volver atrás, que el castigo o no castigo que los ciudadanos quieran o no dar lo harán con sus votos, aquí lo obvio es que Navarra tiene una infraestructura pública que ha costado más de 60 millones de euros y que sigue cerrada. Esa es la primera obviedad, a la que sigue la segunda: que el gobierno está informando de una manera lamentable a la sociedad acerca de qué se va a hacer con esa obra llamada Reyno de Navarra Arena. A día de hoy, no sabemos ni el coste real, ni el coste de mantenerlo cerrado, ni el coste de abrirlo, ni los usos habituales o rutinarios que va a tener, ni que clubes o entidades deportivas van a poder acceder a él, ni qué modelo de gestión va a llevar, ni qué condiciones económicas y de funcionamiento se impondrían a empresas privadas que aspiren a gestionarlo, ni por qué no se apuesta por llevarlo desde una pequeña empresa pública creada al uso -como se hizo con Baluarte- o por qué empresas públicas ya existentes no pueden asumir su funcionamiento, algo para lo que no tengo ninguna duda hay personas capacitadas en la administración. No sabemos prácticamente nada porque ni el consejero Alli ni su superiora han aclarado nada de valor en estos casi 4 años, más allá de frases tipo “hemos priorizado a las personas antes que a las cosas” a las que se agarra Alli para no ir más allá, a lo importante, que no es tanto cuándo lo van a abrir -confiemos en que no cometan la tropelía de a nada de elecciones inaugurarlo tras firmar contratos blindados infames e irresolubles que aten de pies y manos a futuros gobiernos, sea o no del mismo color- sino cómo se va a llevar y con qué medios humanos, materiales y económicos. Quizá es que ni ellos saben qué hacer, pero eso también lo deberíamos de saber, porque somos personas, no cosas. Y las que hemos pagado el muerto.
Jorge Nagore, en Diario de Noticias
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