Cada mañana personal del Gobierno de Navarra acude de forma rutinaria al pabellón Reyno de Navarra Arena de Pamplona como el que va a su vieja casa familiar ya deshabitada para comprobar que todo sigue en orden y que nada ha dejado de funcionar por la falta de uso. Encienden y apagan todas las luces, recorren los enormes pasillos y pasan un rato en alguna de sus salas. A la espera de deportistas, ellos y los vigilantes de seguridad son los únicos ocupantes de un imponente recinto multiusos que aguarda a oscuras desde hace casi dos años su inauguración. Después de 58 millones gastados, la Administración foral no sabe qué hacer con él. (klik egin-ver más)
Lorenzo Calonge, en El País
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