Una vez más, con la nueva ley educativa del PP, se ha desatado la polémica en torno a la enseñanza de religión en la escuela pública y la solución decretada no parece satisfacer a casi nadie. Dentro de esa escuela plural, inclusiva y de calidad, a la que aspira la mayoría social, debería tener cabida sin problema la enseñanza rigurosa de la historia y cultura de las religiones, incluidas las posturas atea y agnóstica, con un espacio curricular específico y profesorado competente. Su necesidad educativa se justifica en razones culturales e históricas y como una ayuda para entender nuestro actual mundo globalizado y complejo.
Mikel Aramburu Zudaire, profesor de Filosofía de Enseñanza Secundaria
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