Nunca como ahora se vio tan cerca la desaparición de Osasuna. Nunca como hoy hubo tanto riesgo, tanta incertidumbre y tanta infamia sobre las espaldas del viejo león del escudo. Osasuna se muere, sí. Por culpade unos sinvergüenzas, sí. Poco a poco, pero se muere. Y con él agonizan 95 años de historia; de pequeñas hazañas agigantadas por el boca a boca en el paso de una generación a la siguiente; de abrazos entregados a desconocidos compañeros de butaca; de lágrimas arrancadas a golpe de derrota; de alegrías que jamás olvidaremos aunque el tiempo y el polvo entierren para siempre lo que un día fue Osasuna. El club que un día hicieron grande gentes humildes como Sabino Andonegui se podrá caer a pedazos pero seguirá con pulso mientras conserve a todos esos miles de navarros (y no navarros) a los que les desgarra el alma todo lo que está pasando. Los mismos que estuvieron ayer en los tiempos de gloria y que también estarán hoy porque sienten que Osasuna está solo, herido, noqueado en una esquina del ring mientras comienza la cuenta atrás. Sienten que hoy esa camiseta que tanto les ha dado les necesita más que nunca al otro lado para que resuenen sus voces, para impedir que le abandonen las fuerzas, para ayudarle a ponerse de nuevo en pie, para que las lágrimas esta vez, por fin, maldita sea, sean de alegría.
Santi Zuza, en Diario de Navarra
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