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jueves, 11 de junio de 2015

EL CIRIO Y EL ALCALDE

Era la Segunda República. Un alcalde de la Ribera navarra andaba intentando evitar la procesión del santo Patrono. Entre otras razones, argumentaba que la cera goteaba de los cirios y manchaba las calles. El cura del lugar bramó desde el púlpito: “¡Ni hablar! ¡El domingo todos a la procesión! ¡Las mujeres a los lados, bien anchas! Los hombres, por el centro, con el cirio bien alto, ¡y si gotea que gotee!”. Pocos meses después el alcalde era fusilado y las procesiones siguieron manchando de cera las calles. Las derechas habían aprovechado de maravilla los atavismos y las creencias religiosas de los pueblos como capote bajo el que ocultaban sus intereses verdaderos. Les era más fácil reñir por el cirio que por la Educación, la Reforma Agraria o los comunales. Ingenua, la izquierda entró a ese debate y perdió.  (klik egin-ver más)
Jose Mari Esparza, en La Voz de la Merindad

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