Siempre he tenido el convencimiento de que en las Bardenas vamos a soportar el polígono de tiro hasta el final de los restos. Salvo que algún día ocurra una tragedia mayúscula, de esas que conmocionan al conjunto de la sociedad, no creo que los de caqui tengan la menor intención de buscar otro emplazamiento donde seguir jugando a la guerra. El problema es que en este parque natural no hacen la guerra como la parodiaba Gila. Aquí pegan tiros de verdad y solo cuando se produce un accidente -hay contabilizados más de 30 en los últimos años-, la contestada instalación cobra actualidad, hasta que el asunto se olvida. Tampoco parece que sirva de mucho ni la presión política, que este viernes exigió su desmantelamiento, ni la ciudadana. Tal vez solo para obligar a que el Ministerio de Defensa se rasque un poco más el bolsillo y progresivamente vaya elevando el canon anual que paga a los 22 congonzantes, que en la actualidad ronda los siete millones de euros al año. Es decir, si cuanto más se eleva la protesta, más jugoso es el pastel a repartir entre unos pocos, la denuncia pública adquiere un efecto perverso, ya que beneficia precisamente a los únicos que ingresan jugosos dividendos con este puñetero polígono.
Javier Encinas, en Diario de Noticias
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