Imaginen que yo soy inspector de Hacienda y que, como tal, digo que la declaración de Hacienda me la hago yo y me la reviso yo. Seguro que no me dejarían: para algo están las instituciones como la Hacienda Foral o la Agencia Tributaria.
Imaginen ahora que tengo una empresa que fabrica coches. Y decido que mis empleados van a conducir mis coches, porque se los voy a vender a un precio muy bajo. Estoy en mi derecho de hacerlo, y seguro que a ustedes les parecería bien. Pero, ¿estarían de acuerdo en que la diferencia entre el precio de mercado del coche y el precio al que se lo vendo yo a mis empleados… lo pagasen ustedes, con dinero público? Seguramente no, no estarían de acuerdo. (klik egin-ver más)
Idoia Etxeondo, en Diario de Noticias
No hay comentarios:
Publicar un comentario