El viejo Canciller alemán Otto von Bismarck dijo una vez –o eso le atribuye la leyenda—: “Si el mundo tiene que perecer algún día, a mí que me pillen en Mecklenburgo, que allí todo tarda cincuenta años en llegar”. Las campanas de alarma tocan ahora a rebato anunciando que esta región otrora feudal y superlativamente atrasada de Alemania, situada entre Berlín y el Mar Báltico, podría ahora, al contrario, ir por delante.
Las elecciones del pasado domingo (4 de septiembre) fueron un desastre sin paliativos. La Alternativa por Alemania (AfD, por sus siglas en alemán), que concurría por primera vez, logró un asombroso 21,9% del sufragio, situándose en segundo lugar tras los socialdemócratas y batiendo a Angela Merkel en su propio estado federado. A pesar de sus intentos por ganar respetabilidad, la AfD es de muy extrema derecha. No sólo se opone al matrimonio del mismo sexo, al aborto y a los laboriosamente conseguidos derechos de las mujeres (aun siendo mujeres sus líderes más prominentes), sino que exige un cruel endurecimiento de las leyes penales, también para los niños, y propone regresar al servicio militar obligatorio. (klik egin-ver más)
Victor Grossman, en Berlin Bulletin (traducido por Sin Permiso)
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