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lunes, 26 de diciembre de 2016

25 AÑOS DE LA DESAPARICIÓN DE LA UNIÓN SOVIÉTICA, Y SUS CONSECUENCIAS

El 26 de diciembre de 1991 se acabó un mundo. La URSS, el país que seguramente más determinó la historia del siglo XX, había dejado de existir. “Revisando la historia de las relaciones internacionales en la era moderna, la cual puede considerarse que se extiende desde mediados del siglo XVII hasta el presente, creo que es difícil pensar en cualquier otro acontecimiento más extraño y asombroso, y a primera vista más inexplicable, que la repentina y total desintegración y desaparición de la escena internacional […] de la gran potencia conocida sucesivamente como el Imperio ruso y luego la Unión Soviética”, dijo en 1995 el diplomático estadounidense George F. Kennan.
De aquel proceso de desintegración política (que se aceleró tras el intento de golpe de Estado en agosto de 1991 y fue sellado en el tratado de Belavezha del 8 de diciembre), de sus causas y de sus consecuencias, se han escrito y se escribirán con toda seguridad muchísimos análisis. En Armaggedon Averted. The Soviet Collapse 1970-2000 (Oxford University Press, 2008), el historiador Stephen Kotkin, además de proporcionar una explicación consistente de los hechos, ofrece un enfoque poco habitual.
Como sugiere el título, la desintegración de la URSS podría haberse desarrollado de acuerdo a un escenario de enorme violencia, como ocurrió por ejemplo con Yugoslavia, pero con una considerable diferencia: en 1991 “el sistema soviético aún poseía un ejército y un aparato represor más grande y más poderoso que cualquier otro Estado en la historia. Tenía armas nucleares más que suficientes para destruir o chantajear al mundo, y un arsenal de armas químicas y biológicas, con todos los sistemas para lanzarlas. La Unión Soviética también tenía más de cinco millones de soldados, desplegados desde Budapest hasta Vladivostok, y cientos de miles más de tropas en los batallones del KGB y el Ministerio del Interior. Estas fuerzas no experimentaron prácticamente ningún motín de consideración. Y, con todo, nunca fueron desplegadas del todo, ni para salvar al imperio en su desplome ni para causar el caos en su caída”.  (klik egin-ver más)
Ángel Ferrero, en Público

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