He perdido la cuenta del número de veces que la consejera de Deporte ha explicado la situación del Navarra Arena y de la eternidad que creo llevar oyendo las palabras “mesa de trabajo, grupo de estudio, analizar” y todo esto, algo que viene de la legislatura anterior. Al parecer, para noviembre igual ese grupo de expertos sabe qué leches hacer con el muerto, 16 meses después de que llegara el nuevo gobierno. El asunto es que abrir un trozo enano cuesta 1,9 millones, abrirlo entero cuesta 4,3 y aún faltarían obras por valor de unos 7 millones, así que estamos hablando de un abanico que va de 1,9 a 8,9 -si se quiere tener lo que se proyectó-, eso sin tener en cuenta reclamaciones de las constructoras por valor de varios cientos de miles de euros. Mantenerlo cerrado, eso sí, cuesta solo 0,3. El problema es muy claro: sin un equipo deportivo ya sea en la ACB o en la Asobal y peleando en este caso por títulos y pagando un canon alto por uso un pabellón así es inviable. Y quizá ni con eso. Ni siquiera es viable para conciertos, ya que todos sabemos que hay muy pocos artistas que vendan 10.000 entradas y aún sabemos mejor que en este país esa clase de conciertos están subvencionados hasta las trancas por ayuntamientos y comunidades. Esto es, tendría que ser el propio gobierno el que pagase a fondo perdido los cachés para que las entradas fuesen medio asumibles, porque los artistas de 5.000 a 10.000 son en su mayoría unos ladrones y de esas entradas para arriba aún más, de la misma manera que sabemos que ACB y Asobal, especialmente la primera, son burbujas sostenidas por enormes sumas de pasta pública que cualquier día reventarán. Un panorama desolador. Mi sensación es que no tienen ni idea de qué hacer y que todo esto es solo ganar tiempo a la espera de no sé de qué milagro mientras se gasta lo menos posible. Yo lo regalaba, que tirarlo también cuesta pasta.
Jorge Nagore, en Diario de Noticias