La prisión provisional no solo no puede dar la imagen de ser una condena sino que no puede acabar siéndolo, al desproteger en la práctica de sus derechos a los diputados en prisión. Debe ser verdad que el papel lo aguanta todo y el ciudadano casi todo. Pero la justicia no. Y uno no puede menos que sonrojarse viendo cómo son tratados Junqueras, Sànchez y Forn y observando cómo el Supremo, por ejemplo, se atribuye competencias que no le son propias, sino del Parlament, en aras a un supuesto conflicto de intereses constitucionales. En concreto, para privarles del derecho a asistir al Parlament y forzar una interpretación determinada de la delegación del voto.
Pero no nos perdamos: ¿Qué ha pasado para que el Estado acabe privando a hombres de paz de derechos que hace 30 años reconocía a presos de ETA? ¿Alguien podrá sostener que las libertades no han ido hacia atrás? (klik egin-ver más)
José Antich, en elnacional.cat