Las relaciones con los socialistas son las relaciones que deben existir entre el partido de gobierno y el partido que se constituye en alternativa”, escribió Miguel Sanz en su libro Pasar página, editado por UPN en 2010. Una suerte de testamento político en el que abogaba por el entendimiento entre ambos partidos. En tal dinámica que condenaba al PSN, Sanz animaba a los socialistas a “pensar que el objetivo de volver al Gobierno es alcanzable”. Eso sí, sin correr demasiado;“ Roberto (Jiménez) todavía tiene que pensar que ese tiempo no llega de la noche a la mañana”.
Nueve años después, UPN acumula una mochila que puede provocar molestias de espalda. La constancia que invocaba Sanz es parte del bagaje de la presidenta Chivite, que tomó nota del entuerto. Chivite asumió la necesidad de un cambio en el PSN, y aunque la estrategia estuvo sujeta por momentos con pinzas y pendió de un alambre, hizo bueno aquello de que la que la sigue lo consigue. A Chivite se le allanó el camino con la moción de censura que dio la presidencia a Sánchez y propulsó al Partido Socialista, que con un toque de centralidad social y otro de un cierto presidencialismo, venció a la derecha de Colón. Bagaje suficiente para que el 26-M, un mes después de las Generales, el viento soplara muy favorable en Navarra, y la brisa no se detuviese tras los comicios. Durante el mes de junio, a pesar de la sombra de duda que cuestionaba su capacidad de liderazgo, Chivite tiró por la calle de en medio. Mantuvo su apuesta y consiguió el visto bueno a su entente con Geroa Bai, Podemos e Izquierda-Ezkerra. Una vez conseguido el objetivo, la nueva presidenta se siente reforzada y transmite brío en el ecuador de agosto. El examen comienza a partir de septiembre, pero también la oportunidad de escribir una página destacada de la historia. “Esto tiene que salir bien”, repite. Convencida de estar en el tiempo y modo que demanda la mayoría social.
Jesús Barcos, en Diario de Noticias
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