“No preocuparse en absoluto de lo que la gente opina de uno mismo, no sólo es arrogancia, sino también desvergüenza.”
CICERÓN
No se puede ser más odiosa. Álvarez de Toledo obvia la petición de teletrabajo y acude al Congreso tras el contagio de varios diputados: "El Parlamento no se cierra ni en una guerra". Se diría que está cegada por los elogios que le hacen los suyos: "¡Eres la más lista, admiramos tu empuje contra todos los que no piensan como nosotros y envidiamos tu falta de tacto para todo!". Tú sigue así, Cayetana, dando el cante, generando asco, haciendo y diciendo todo lo que a nosotros nos gustaría pero que no nos atrevemos por prudencia, puede que hasta por decencia.
Y en realidad, resulta imposible concebir un personaje más vulgar y patético en su pretensión de pertenecer a la aristocracia en el sentido etimológicamente platónico, esto es, la gente que sobresale por su sabiduría intelectual y por su elevada virtud. Va para caricatura de sí misma, confunde prudencia con cobardía, lealtad con derrota. Y lo peor de todo que no se le conoce capacidad alguna para darse cuenta, que nunca será consciente del rechazo que genera, no por la envidia de los mediocres, que es lo que seguro que piensa ella, sino a cualquier hijo de vecino con un mínimo de sentido común. Un guiñol tragicómico.
Txema Arinas, en su página de Facebook
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