Partamos de una constatación: compartimos un suficiente consenso entre todas las fuerzas sociales y políticas que aspiramos a un cambio del actual estado de cosas. Deseamos una sociedad que ponga en el centro de sus actividades sociales, económicas, políticas y culturales el logro de una vida digna basada en la solidaridad, libertad y el bien común de los más, o, mejor dicho, de todas las pobladoras de nuestro territorio. Una razón social que pone en el centro el cuidado de nuestras vidas y no en la razón dineraria de acumular poder al servicio de unas pocas para quienes no parece tener relevancia alguna, aquello de “la avaricia rompe el saco”, pues el saco de las capitalistas no tiene fondo y nos condena a una permanente acumulación monetaria sin fin.
Una república que ponga el poder político en mano directa de nuestras compatriotas bajo fórmulas de poder local, municipal, que sean el núcleo básico de la democracia popular, y que, mediante sistemas de confederación de pueblos, valles y ciudades mancomunados, plasma la voluntad general en una superestructura nacional, bajo la forma de una Asamblea Nacional compuesta por delegadas de esos municipios y ciudades.
El poder en manos de una democracia directa en las repúblicas locales y que subsidiariamente ceden parte de su poder a esa Asamblea Nacional a la hora de decidir proyectos y planes de conjunto.
Isidoro Apraiz, sociólogo
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