La tasa de letalidad del coronavirus en la CAV es casi del 8%, más concretamente, del 7,86%. Aunque la peor parte se la lleva Araba, con prácticamente un 9%. En Nafarroa está en torno al 6%. Así es al menos si tenemos en cuenta los casos oficialmente diagnosticados, y sería una barbaridad si representara realmente el porcentaje real de infectados por Covid-19 que acaban falleciendo. Por ponerlo en contexto, la gripe común tiene una tasa del 0,13% y la de la gripe H1N1, cuyo brote nos trajo de cabeza en 2009, del 0,2%.
Si esas cifras fueran reales estaríamos hablando de tasas cuarenta, cincuenta o sesenta veces más altas que las de la gripe, y similares a las del SARS, otro coronavirus que apareció en 2003 y que tuvo una tasa de letalidad del 13%, aunque afortunadamente se propagó muchísimo menos que el Covid-19. Igual que el MERS, otro virus de la familia, que tuvo una tasa de mortalidad enorme, del 30%, pero que estuvo muy localizado, sobre todo en Oriente Medio.
En realidad, el virus que nos tiene enclaustrados no llega a esos extremos, y sin ser «como una gripe», como se llegó a decir al principio, tampoco alcanza las cifras de sus predecesores. El director general de la Organización Mundial de la Salud, Tedros Adhanom Ghebreyesus, dijo la semana pasada que su tasa de mortalidad es «10 veces superior» a la de la gripe. También se ha publicado que fue del 2% en Wuham, su lugar de origen, y el 0,7% en otros puntos de China.
Lo que indican esos porcentajes tan altos de letalidad que tenemos aquí es que existe una gran cantidad de casos que no han sido detectados. Si tomáramos como referencia ese 2% del que se hablaba inicialmente, el 8% de la CAV indicaría que sólo se ha contabilizado uno de cada cuatro casos, y que un 75% no habría sido diagnosticado. Y el 6% de Nafarroa representa un descontrol del 66%. Y si la tasa real es del 1,3% o del 0,7%, siguiendo con el ejemplo, serían todavía más los positivos no detectados.
Es probable por tanto que la gran mayoría de personas infectadas, asintomáticas en gran parte, no consten en los registros oficiales. Por este motivo, algunos gobiernos ya han empezado a hacer test a muestras significativas de población para conocer cuál es el alcance real de la enfermedad y adecuar sus estrategias en función de ello.
GARA
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