Uno ha conocido –y no a uno ni a dos– a socialistas que tenían la foto de Felipe González entre las de sus hijos y nietos en el salón de su casa, y ha conocido también su aprecio –y el de los que no colgaban la foto de Felipe en el salón, pero la llevaban colgada en el corazón– por los cojones; por los líderes superlativos. El salto a Vox no es un salto de altura para la porción agraria de estos electores; gentes a las que no convenció Ciudadanos porque les parecía demasiado urbanita, y tampoco el PP porque, en la lógica bipartidista, era pasarse al eterno rival; saltar del Madrid al Barça de la Liga de la política; pero, paradójicamente, periclitado el bipartidismo, no aprecian traición en el voto a un partido nuevo como Vox. (klik egin-ver más)
Pablo Batalla Cueto, en CTXT
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