La embestida española sobre Catalunya no resulta fácil de asimilar ni política ni jurídicamente. Tragarse el artículo 155 como si fuera una respuesta democrática, con el Parlament disuelto y mientras una parte del Govern está en Estremera y otra en el exilio bruselense, resulta difícil de digerir. Pero sus avaladores han dejado muy clarito a lo que están dispuestos para asegurar la incuestionable supremacía de la nación española.
Bajo el discurso del respeto a la ley y el orden constitucional, se ha puesto en evidencia que en el ADN del Estado (de la nación española) los rasgos de autoritarismo e intolerancia son hereditarios. Desde que comenzaron las despedidas con el “a por ellos” y el subsiguiente aporreamiento de votantes o se decretó barra libre para dictar prisiones provisionales, podía intuirse que la versión unplugged del nacionalismo español iba a servir para relegar los asuntos de corrupción al baúl de los recuerdos de Karina. Si aportan, como anticipan las balconadas rojigualdas, una mayoría al PP y Ciudadanos en las próximas Cortes, puede asegurarse que, con semejante tapadera, tendremos conflicto catalán para rato. (klik egin-ver más)
Iñigo Bullain, en DEIA
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