La manifestación unionista que ayer en Barcelona se proponía removilizar el sentimiento español que sin duda alberga un sector de la población de Cataluña volvió a denotar la estructural dificultad hispánica para comprender los conflictos nacionales existentes en el Estado. Al margen de los graves incidentes posteriores, la manifestación, apoyada entre otros por Falange y por Vox, transcurrió entre gritos de exigencia de encarcelamiento y vítores a la policía que reprimió a la población el 1 de octubre. Y para que no faltara nada, con esta imagen de un eufórico Miquel Iceta, el que hace unos meses imploraba a Pedro Sánchez que les librase de Rajoy, en efusiva camaradería con líderes del PP.
Parece más que previsible, lo reconozcan o no previamente, que el unionismo sume sus fuerzas después del 21 de diciembre para intentar apropiarse de las instituciones catalanas. Se encontrarán con un problema. Cataluña es plural, efectivamente, pero el espacio político de los que hoy no desean o no ven la independencia conveniente o prioritaria también lo es. Muchos se sienten legítimamente españoles y muchos son los que teniendo o no como nación afectiva a Cataluña, no desean o no ven hoy conveniente o prioritaria la independencia, pero defienden el derecho a decidir. Instantáneas como esta que propició Iceta ayer difuminan los matices y representan un torpedo para su estrategia.
Para quien lo ponga en duda puede valer recordar esta fotografía, tomada el 28 de abril de 2001 en el Kursaal donostiarra, en la que Savater testimonió que Mayor Oreja y Redondo Terreros iban a una.
Una imagen que hizo surgir nacionalistas desde debajo de las piedras, asustó a una parte considerable del electorado socialista e hizo más contundente y difícil de digerir la derrota constitucionalista.
Praxku