
Y así transcurrieron esos meses hasta enero de 1937, cuando dos requetés fueron a buscarlo a su casa de Mugaire (Navarra). Ricardo, el menor de tres hermanos, apenas tenía “4 o 5 años”, pero lo recuerda bien porque su madre lo mandó a recibirlos vestido de requeté. “Se despidió de mí, y su cara se me quedó grabada. Aún me acuerdo de aquellas boinas rojas de los requetés; no puedo ni verlas, me pongo malo”, explica.
Se lo llevaron y, a la altura del municipio de Lantz, lo fusilaron el 26 de enero de 1937. Su esposa, Concepción Roca, se trasladó entonces con sus hijos a Cataluña. La familia ha intentado ya en dos ocasiones localizar los restos de Francisco sin éxito, pero Ricardo peleó para poder colocar en el pueblo, cerca de la entrada junto a la carretera, un monolito en su recuerdo. En este caso, el reconocimiento sí salió adelante, en un lugar donde ahora su hijo puede colocar unas flores con la bandera republicana. Y Ricardo Mula Roca insiste en que, durante años, la posibilidad de que la Diputación homenajeara a su padre era “un sueño que parecía que no íbamos a lograr”. “No me quería morir sin verlo”, confiesa.
Garikoitz Montañés, en eldiario.es