
Tras la muerte de Franco, en el marco del proceso de institucionalización de la democracia española, uno de los problemas a resolver era el encaje de los nacionalismos -sobre todo vasco y catalán, pero también el gallego- en la naciente democracia. Si España quería dotarse de un sistema político sólido, estable y duradero que sucediera a la dictadura, debía incorporar al consenso a las fuerzas nacionalistas vasca y catalana. El rechazo de vascos y catalanes a la nueva Constitución hubiera supuesto una falta de legitimidad difícil de superar en aquellos dubitativos primeros años de la transición (klik egin-ver más)
Álvaro Baraibar, en hordago.org