Aquí cada cual en su fuero interno piensa y siente lo que quiere, pero yo, sinceramente, si formase parte de Covite, una de las asociaciones de víctimas del terrorismo existentes y pieza básica en el desarrollo judicial del Caso Alsasua y sus desproporcionadísimas penas, no estaría en absoluto orgulloso. Es más, creo que estaría en contra de todo esto, que es un sinsentido desde su raíz. Se ha repetido por activa y por pasiva que la agresión, la que hubiera, merece su castigo y que yo al menos deploro cualquier agresión a quien sea, pero no es humano lo que ya han pasado y van a tener que pasar los condenados y sus familias, 9, 8, 7, 6, 4 años de cárcel, todos esos años volados de tu vida, de tu veintena en la mayoría de los casos, es una aberración. Y si yo hubiese recibido en primera persona el dolor infringido por los asesinos de ETA y sus compinches quiero creer -quiero, no lo puedo asegurar, ante las situaciones hasta que no llegan no sabes cómo vas a reaccionar- que me parecería cruel y vengativo lo que está sucediendo, que nada tiene que ver con aquello aunque tenga lugar en un escenario concreto y posiblemente por causas diferentes a las que hubiese tenido en Ávila.
Pero no es ETA, ni tiene nada que ver, ni las querencias o fobias o filias de cada una de esas personas nos dan derecho como sociedad a endosarles semejante condena por algo ya digo punible pero hasta ahí, hasta ahí. Usted puede acumular mucho odio y resquemor a determinada gente y todo lo que quiera, pero, una vez que eso se utiliza para castigar muy por encima y una vez que eso es real, como lo es, si usted tuviese la más mínima decencia humana en su interior tendría que saber que algo está mal, muy mal, que se ha convertido en parte de la bestia que le puso ahí. Nueve años y medio de cárcel, ocho, siete, seis. Son penas de dictaduras asiáticas, es el puto Expreso de Medianoche.
Jorge Nagore, en Diario de Noticias