La COPE, o sea la Conferencia Episcopal, ha alargado un lustro el contrato de Carlos Herrera, y le pagará por ello 35 millones de euros. Se rumorea que la cifra es mayor, aunque quizás sea maledicencia y solo alcance, por ejemplo, los mil millones de pesetas anuales. Parece lógico que el sevillano se embolse esos denarios si la empresa lo estima conveniente y le sale a cuenta. Es un profesional de las ondas como otros lo son en la oficina, con el azadón, tras el mostrador, sobre el andamio, dentro del taxi o entre bambalinas. Si yo fuera Paco Umbral cobraría cien veces más. El problema es que no lo soy, no que mi austera integridad prohíba aceptar su nómina. Ahora bien, una cosa es que un jeque regale aviones a su ariete favorito, y otra que la Iglesia juzgue digno de su doctrina abonar a un multimillonario el mejor sueldo de la historia de la radio española, y eso tras pujar en una subasta de fichajes. No imagino al Nazareno enriqueciendo al cocinero estrella judío a cambio de una última cena, aunque así batiera el récord de audiencia en Jerusalén. Sin ir tan lejos choca tal dispendio con el propio ideario de la COPE, según el cual la cadena "mostrará abiertamente su opción preferencial por los pobres y por los marginados". Abiertamente, sí, sí, malamente, plas, plas. Puesto a ignorar, tampoco sé cómo ayuda la postura tan legítima como partidista del gran locutor a la "promoción de los valores del humanismo cristiano". Si lo suyo es espíritu ecuménico, hasta la ballena azul entrará por el ojo de una aguja. Justo será añadir que con él sí se cumple otro viejo mandamiento, más español que católico: a quien madruga dios le ayuda. Y a doblón.
Xabi Larrañaga, en Grupo Noticias