
Hace 17 años un cáncer metastatizado devoró literalmente, a mi madre. Mujer recia, valiente, con profundas creencias, aceptó la enfermedad, la invalidez y la muerte. Los cuidados paliativos ya se estaban instaurando y se controló aceptablemente bien los síntomas penosos y la pudimos atender en casa, en su cuarto, en su cama y fueron las manos de sus hijas, hijos y nietas las que le lavaron, le acariciaron y la sostuvieron en todos los momentos de su calvario. A pesar de todo el cuidado y amor una pregunta afloraba de vez en cuando en sus labios: "¿no puedes hacer nada para que esto acabe?". A mi madre le sobraron tres meses de vida. (klik egin-ver más)
Ana Ansa