
Precisamente, estos días estaba a punto de producirse la liberación de un cabo que lleva nada menos que 12 años en manos de las FARC, con la intervención de la Iglesia católica y la Cruz Roja como mediadores. Eso puede quedar ahora en el aire después de la tajante orden dada por el presidente del país, Álvaro Uribe, a su Ejército para que libere por la fuerza a los rehenes que tienen las FARC. Los familiares de los cautivos se han asustado, porque temen por la vida de los suyos.
El secuestro y asesinato de Cuéllar, gobernador de uno de los departamentos donde las FARC tienen más fuerza, ha sido un duro golpe para la política de Uribe. El presidente no quiere negociar con la guerrilla y es partidario de derrotarlos mediante una política de seguridad reforzada, que ha demostrado sus carencias en este caso. Al mismo tiempo, sube la tensión entre Colombia y sus países vecinos, sobre todo con Venezuela, donde su presidente Chávez habla una y otra vez de que la guerra con Colombia es inevitable. Teniendo en cuenta que Uribe acusa a Chávez de ayudar a las FARC, la muerte de Cuéllar, además de aumentar la tensión interna, también va a elevar la externa.